domingo, 2 de mayo de 2010

Diario de un horticultor. Pimera entrega.

Tras leer "Cándido", de Voltaire, y reflexionar sobre su sentencia "el secreto de la felicidad reside en cultivar tu propio huerto", no lo pude resistir por más tiempo y me decidí a iniciarme en el apasionante mundo de la horticultura, y por ello, este mismo fin de semana me puse manos a la obra, previa adquisición de los materiales imprecindibles para ello y recopilación de los distintos trastos y restos que suelo acopiar sin distinción.
La primera y más compleja tarea, fue diseñar el sistema de riego que me permitiera, por gravedad, transportar el agua previamente almacenada en un punto elevado de la finca, siendo el principal problema el no contar con depósitos donde almacenar el agua ni con modo alguno de conducirla desde la tubería general del pozo que abastece la casa.
Tras varias indagatorias, contacté con Juanma Valero, quien vende depósitos de mil litros de segunda mano por 70 euros, cuando nuevos valen alrededor de 500, y le pedí que me llevara dos a pie de finca, lo que hizo amáblemente en su camión el sábado a las 9.00 horas, tras el tradicional café y copa de anis seco en la gasolinera de Pepe.

Con los depósitos situados en el punto más alto de la parcela interior que delimita el espacio entorno a la casa nueva, los calzé con balsodas de barro y ladrillos sobrantes de la obra hasta nivelarlos, y tras ello, Tobías Fabían me instaló una llave de "t" metálica que le engargué para desviar el agua desde la arqueta donde está la tubería que viene del pozo, hasta los depósitos, y desde la cual, instalé 40 metros de goma agrícola de 40 hasta alcanzar los mismos, como se puede ver en la fotos adjuntas.

Una vez llevada el agua a los depósitos, conecté ambos por la boca de salida, con otra "T", de goma, reduciendo a 3/4, instalandole a la salida un programador de riesgo, con el cual a su vez, reduciendo desde 20 a 16, conseguí por fin conectar 125 metros de manguera agrícola de 16 (grafiamos la descripción efectuada con otra fotografía ilustrativa).
Tras descansar brevemente para reponer fuerzas, ya por la tarde, tracé el recorrido de las gomas de riego por el itinerario que juzgué más favorable para el trámisto del líquido elemento, y cuando llegué al lugar previamente elegido para cavar el huerto, deposité en las cercanías el extremo de la goma; de vueltas a los depósitos, abrí el programador y con gran espectación, bajé al lugar donde posteriormente comenzaría a cavar el huerto si todo funcionaba, y efectivamente, pude comprobar como el agua manaba abundantemente puesto que la gravedad hacía perfectamente su trabajo y las conexiones de la goma, parecían estar pefectamente ejecutadas.
Inmediatamente, y sin más dilación, tomé el azadón grande, el pequeño, el pico y el rastrillo, y durante aproximadamente cuatro horas sin parar de cavar, conseguí eliminar toda el pasto existente en el terreno elegido, arranqué las raices de las malas yerbas, rastrillé las piedras y al final, ya atardeciendo, se mostró ante mi el soñado huerto (eso si, no muy grande, sobre 15 metros cuadrados aproximadamente, tal y como pueden colegir de la fotografía adjunta).
 Terminada toda la tarea, ya de noche, este cronista tuvo el placer de disfrutar de su botellín de cerveza bien fría, bajo un espectacular manto astral, a píe de huerto, aunque en honor a la verdad, el cansacio acumulado y los callos en las manos, hicieron que el reencuentro con morfeo tuviera lugar más temprano que en otras ocasiones, siendo ello determinante de un placentero y profundo sueño.

Al alba, y tras la obligada visita a la churrería, se reanudaron los trabajos, en esta ocasión, tendentes a instalar algo parecido a un cierre perimetral alrededor del huerto, para evitar que las ovejas destrocen lo plantado en caso de que entren dentro de la parcela para limpiar la hierba cuando seque.
Ciertamente, esta ha sido otra parte complicada de los trabajos,, pero afortunadamente, y siguiendo los consejos del difunto D. Mariano, en la finca Los Músicos no se tira nada, y tomando hincos de aquí, trozos de malla ganadera de allá, restos de palos, cuerdas y alambres, conseguí construir una especie de vallado que ciertamente, hace que tras todo lo descrito, el trabajo final se parezca bastante a lo previamente imaginado.

Como tarea final, y siguiendo los doctos consejos de mis colindantes, removí de nuevo toda la tierra, volví a quitar piedras, tracé varios surcos, y apliqué un herbicida doméstico pulverizando toda la superficie, dejando el terreno preparado para que el próximo fin de semana, comiencen las tareas de siembra, de todo lo cual, realizaremos la pertinente crónica con su resultado.

Por ahora, existe aprovisionamiento de semillas de pepino, calabacines y cilantro, pero Juan, de Manolín, ha prometido que el próximo viernes ya estará los plantones de tomates, lechugas, cebolletas y resto de variedades en el pueblo.

 

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