viernes, 7 de mayo de 2010

Diario de un horticultor. Segunda entrega. La siembra

Tras la compra de plantones de semillas, llegamos al huerto con la intención de terminar la instalación iniciada la semana anterior y realizar la plantacion.
Afortunadamente, me acompañaban dos buenos amigos, A. D-L y L.E, el segundo ingeniero agrícola con amplia experiencia en huertos, y el primero, gallego de nacimiento, conocedor profundo de la huerta.
Nada más llegar, y testear el terreno, ambos coincidieron en que el huerto no estaba suficientemente preparado y que era necesario realizar surcos excavando líneas de al menos, cuarenta centímetros de profundidad; dado el estado de apelmazamiento de la tierra, la tarea fue expecialmente dura tal y como se comprueba de la imagen (nótese la precisa técnica de L.E con el zacho y el esmero de A. D-L). Tras turnarnos debidamente, y siguiendo las instrucciones del experto, aperturamos seis zanjas longitudinales que fueron cubiertas con la tierra previamente sacada y con sustrato natural, quedando finalmente configuradas las seis líneas sobre las que realizar la plantacion.
Una vez realizada la tarea principal y más dura, realizamos el obligado descanso para degustar varios botellines de cervezas bien frias, y tras ello, de nuevo manos a la obra, colocamos los empalmes a las goma principal de riego de 16, y colocamos las  6 "t" desde las que parten las seis líneas que terminan en tapones finales; las seís líneas fueron enderazadas clavando estaquillas de madera y atándo los extremos con cuerdas.
Terminado lo anterior, nos fuimos al pueblo, concretamente al Bar Parada, donde tomamos algunos vinos y disfrutamos de una amena tertulia con parroquianos y tras ello, acabamos comimos en el Bar Ramón unos extraordinarios huevos de granja, con patatas, pimientos y presa.
Tras la comida, comenzamos la siembra realizando un pequeño agujero con las manos en el surco (la tierra estaba fenomenalmente preparada), e introduciendo uno a uno los plantones en las líneas, los apelmezamos debidamente y aportamos por encima una pequeña cantidad adicional de sustrato.
Finalizada la plantación, instalamos uno a uno cincuenta goteros, ocho en cada línea excepto en una, que instalamos diez; la verdad es que esta taréa llevó mas tiempo del esperado porque había que asegurarse su correcta penetración en la goma, y cuando ello estuvo terminado, abrimos el agua para comprobar que todo funcionara correctamente, y la verdad, cual milagro, todo funcionó a la primera y al agua salía abundantemente por cada uno de los cincuenta goteros autocompensantes de 8 litros/hora cada uno, como se aprecia en las fotografías acompañadas.

El huerto, de izquierda a derecha mirando desde norte a sur, arranca con una línea de tomates rastrojeros, una de pimientos de freir, otra de pimientos de asar, otra de tomates trepadores, otra de cebollas con una planta de sandía al final, y una última de berengenas con dos de sandías al final.
Dado que contamos con dos depósitos de mil litros cada uno, y dada la cantidad de agua que salía por los goteros, probaremos esta semana regando cada doce horas veinte minutos cada vez. Si dentro de una semana las plantas siguen vigorosas, reportaremos debidamente la tercera entrega de esta apasionante aventura.

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